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Cambiare Rotta
El ecologismo capitalista es un ejemplo perfecto del uso de esta metáfora precisamente porque es un modelo de producción que no aborda en absoluto la cuestión de la reproducción/protección de la naturaleza y sus recursos.
El hecho de que sea un oxímoron puede entenderse filosóficamente a partir del hecho de que el crecimiento infinito al que tiende estructuralmente el modelo de producción capitalista choca inevitablemente con el sistema físicamente finito de nuestro mundo.
Desde un punto de vista económico, el oxímoron se explica porque la relación entre el capital y la naturaleza es una relación de explotación en la que el medio ambiente se considera una mercancía de la que extraer valor y en la que el capitalista no tiene más interés que la acumulación de beneficios.
Por lo tanto, salvar el capitalismo y salvar el planeta y la humanidad, como parte de la Naturaleza, son dos tareas mutuamente excluyentes
La crisis ecológica que estamos viviendo es una prueba concreta del oxímoron capital/naturaleza, una relación que ha llegado a su límite.
Las enormes catástrofes medioambientales provocadas por el cambio climático están desgarrando nuestro planeta: los grandes incendios ya no se limitan a países alejados de Europa, como el Amazonas y Australia. Este verano también hemos asistido a incendios en el sur de Italia, España y Grecia, por no hablar de las copiosas inundaciones desde Catania hasta Nápoles en los últimos meses de otoño.
Según el Sexto Informe sobre el Cambio Climático del IPCC, publicado en 2021, si la temperatura de la Tierra aumenta al ritmo de los últimos 50 años, catástrofes medioambientales como éstas se convertirán en la norma antes de la mitad de nuestro siglo, y las condiciones de vida de las generaciones más jóvenes serán siete veces peores que las de la generación anterior.
El aumento de la temperatura global debido a las emisiones de CO2 por el uso de combustibles fósiles y, evidentemente, por un uso incorrecto e insuficiente de las fuentes de energía limpias, plantea el problema energético como la cuestión fundamental de los próximos años para afrontar la crisis ecológica mediante un análisis científico serio que se traduzca en una batalla política eficaz.
Ante este escenario distópico, las conferencias y reuniones sobre el cambio climático han dado lugar a acuerdos internacionales que han caído en saco roto o han acabado en nada: la más reciente, la Cop26 de Glasgow, cuyo informe final está lleno de retórica, propaganda y “bla, bla, bla” sobre el compromiso de mantener el aumento de la temperatura de la Tierra por debajo de 1,5 grados.
En resumen, los llamamientos a los “líderes mundiales” para que cambien las cosas, aborden la crisis climática y cumplan esos objetivos mínimos (e insuficientes) han demostrado una vez más su incoherencia.
Sin embargo, de la COP26 surgió un elemento real y novedoso: el renovado impulso a la energía de fisión nuclear
Ante un infarto ecológico y la necesidad urgente de un cambio de rumbo radical, nuestras clases dirigentes apuestan por una tecnología energética de gran impacto en cuanto a la extracción de combustible, la construcción, los costes y el tratamiento y almacenamiento de los residuos.
Las declaraciones sobre la energía nuclear nos conciernen de cerca, ya que fueron realizadas tanto por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, como por Timmermans, responsable del Pacto Verde Europeo: ambos la consideran una energía clave para la transición verde.
De hecho, en las últimas semanas de 2021 la Comisión Europea elaboró el borrador de la taxonomía verde, es decir, las fuentes de energía consideradas sostenibles y esenciales para la transición ecológica, en la que se han incluido el gas natural y la energía nuclear, que pronto será votada por el Parlamento Europeo.
Así, las palabras del ministro italiano de Transición Ecológica, Roberto Cingolani, cuando en octubre abogó por la fisión nuclear como salida a la crisis climática, no fueron pronunciadas en vano, sino que muestran una clara estrategia no sólo local, sino también europea.
Esto pone de manifiesto hasta qué punto su “transición ecológica” es una verdadera estafa ecológica.
Así, las dos figuras oximorónicas toman forma y queda claro lo incompatibles que son la estructura económica de la UE y la sostenibilidad medioambiental, y cómo la economía verde es una estrategia para seguir obteniendo beneficios e intentar reactivar la acumulación capitalista tras un periodo de grave crisis económica debido a la pandemia.
Con la apertura a la energía nuclear, cae la máscara verde con la que el capital europeo intenta repintarse. En un contexto general de crisis energética, acelerada por la crisis pandémica en curso, las elecciones sobre la energía nuclear no son meras decisiones técnicas y presupuestarias sobre los costes, sino que conciernen al papel estratégico competitivo del polo europeo, en el que están en juego su independencia energética y su resistencia, así como los equilibrios que la UE debe mantener interna y externamente.
Una eventual confirmación y afirmación de la energía nuclear sería por tanto una opción estratégica de la UE para no quedarse atrás en la competencia multipolar. El cierre por parte del gobierno alemán de tres de las últimas seis centrales nucleares que funcionaban en Alemania no es algo que deba hacernos pensar que la energía nuclear no es estratégica para el conjunto de la UE, o que se trata de un enfrentamiento trivial entre partidos y facciones.
La tendencia a implantar la energía nuclear debe verse de forma general y no sólo particular, debe analizarse desde un punto de vista estratégico y no sólo a corto plazo
Además, si la energía nuclear se incluye realmente en la taxonomía verde, se proporcionará financiación y es probable que otros Estados miembros también se apunten a ella.
En cuanto a Italia, al abrirse a esta tecnología, intenta ser autosuficiente energéticamente y asegurar así su lugar entre los países capitalistas fuertes de la Unión Europea.
A pesar de los rumores de los últimos días sobre la posible dimisión del ministro Cingolani, lo que cuenta es la tendencia que persigue el gobierno de Draghi, no el ejecutor individual. El visto bueno de Confindustria a la posible construcción de centrales nucleares en Italia se confirmó hace unos días con las palabras de Bonomi.
Se ha demostrado muchas veces (sobre todo en los dos referendos contra la energía nuclear celebrados en Italia en 1987 y 2011) que la energía nuclear es insostenible por su impacto en el medio ambiente antes y después de la producción de energía -en cuanto a los efectos en la salud durante la extracción, el consumo de tierra para la construcción de las centrales, el consumo de agua para las enormes plantas de refrigeración y la producción de residuos nucleares que no pueden eliminarse- y en la sociedad en su conjunto, en términos de costes.
La “energía nuclear de cuarta generación” propuesta por Cingolani y el gran aparato industrial y energético no ha dado hasta ahora resultados experimentales alentadores y no podrá alcanzar un nivel de desarrollo tal que pueda aplicarse a gran escala hasta dentro de veinte años.
A partir de esta reflexión, queremos promover un momento de confrontación con todos aquellos intelectuales, organizaciones sociales, políticas y civiles que se oponen a la deriva ecocida que está produciendo el capitalismo.
La realidad nos impone un reto: el de construir una oposición capaz de cambiar radicalmente este modelo de producción, porque es la única manera de salvar el planeta y, por tanto, el futuro de nosotros, las jóvenes generaciones, y de las futuras.
La narrativa con la que hemos crecido ha retratado esta sociedad como “el mejor de los mundos posibles”, al que no podía haber alternativa y que sería capaz de recuperarse ante cualquier crisis.
Crecimos con una mentalidad de individualismo desenfrenado, competencia y explotación.
Sin embargo, la realidad es bien distinta: ante el infarto ecológico al que nos enfrentamos, no hay vuelta atrás, el velo verde se desgarra cada día, mostrando el peor de los mundos posibles en el que no caben las maravillosas fortunas progresistas de nuestra generación, frente a las cuales el ecologismo reformista e individualista es ineficaz.
Esta última decisión a favor de la fisión nuclear nos devuelve a la tierra: los intereses de nuestra generación son diametralmente opuestos a los de quienes nos gobiernan. Lo único que queda por hacer es prepararnos con análisis científicos sólidos, libres de ideologías “verdes” desconcertantes, y construir campañas concretas.